Pelazo

Son pocas las personas que conozco que amen su cabello. Generalmente las mujeres nos estamos quejando de que si es muy lacio o muy chino, grueso o delgado.

Total no estamos conformes. Independientemente de si nos gusta o no es una realidad que a medida que envejecemos el cabello va perdiendo vida. Entre los tintes, bases, alaciadas, rayos y centellas el cabello va perdiendo brillo y si aunque suene a comercial pierde sedosidad.

Hace un año exactamente estaba en un programa de purificación en el que pasaba muchas horas entre el sauna y la ducha de agua fría, una de mis compañeras, Auro es experta en temas de belleza ya que maneja la estética de su mamá.
Transcurridos unos dos minutos de conocernos entramos al tema de ¿Cómo cuidar el cabello? ¿Cómo evitar el daño en exceso a nuestra cabellera?
Y aquí en exclusiva les daré los tips que ella misma me compartió:

1. Comer bien. Se nota cuando nos hacen falta vitaminas o tomar suficiente agua. Esta hidrata todo el organismo.
2. Aplicar un protector de calor antes de usar la secadora o la plancha.
3. Buscar un shampoo específico para tu tipo de cabello y libre de sulfatos.
4. Usar Acondicionador.
5. Aplicar una mascarilla para hidratar el cabello una vez al mes o cada semana si hay un daño considerable.
6. Y si tienes el cabello muy largo trenzarlo.

A mi amiga yo le pregunté qué marcas si son buenas y cuales son pura mercadotecnia. Y me dijo que las mejores son las que venden en los salones por eso mismo su precio es más alto pero a la larga es mejor invertir que sufrir.
Las mejores marcas para ella son: Mon Platin, Sebastian, Paul Mitchell y Wella.

Para acabar le pregunté si son buenos los aceites que se ponen para peinar o dar brillo al cabello y me dijo que definitivamente si el de Argan, el de aguacate o el famosísimo Morrocanoil.

Así que ya tienen los mejores tips para tener una cabellera de comercial y si quieren mas asesoría o un cuidado integral de su cabello vayan con mi amiga Aurora a su estética Nuria, Av. Universidad 1601 local A. Tel: 56597815.

Have a Good Hair Day!

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Sin niños

Antes rezaba por un ratito sola en la tarde, poder echarme un maratón de Netflix de un fin de semana.
El sueño de toda mamá; ser libre y tener horas para nuestras cosas. Poder ir a la exposición en el zócalo porque eso de llevar chamacos ya sabemos que terminará en: «Ya me cansé», «¿Falta mucho?», «Tengo hambre», «Quiero hacer pipí», e interminables frases que nos hacen desear no haber salido del hogar ese día.
De poder ir al cine a ver una película que no tenga ni princesas, ni gallos con muchos huevos en conclusión que sean para adultos, que actúen personas y tengan una trama interesante.
De poder comer tranquilamente sin corretear o amenazar con que no va ha haber postre. Disfrutar una copa de tinto y de una sobremesa de más de dos horas.
Pues les tengo una noticia debemos de tener cuidado con lo que pedimos porque los sueños sí se convierten en realidad.
Esas añoranzas ahora con el divorcio se han convertido en una forzada realidad.
Los fines de semana que le tocan al papá soy dueña y señora de mi espacio y tiempo. Y fíjense que los extraño. Extraño a esos seres que hacen mucho ruido y se quejan que hace calor o frío dependiendo. Que se molestan entre ellos y llegan corriendo para darte un abrazo con las manos llenas de lodo. Que te arman un drama porque los mandaste a hacer la tarea y una hora después te regalan una florecita de jardín. Esos pequeños que no se cansan de ti (por lo menos mientras les llegue la adolescencia) y quieren jugar Xbox contigo aunque su misión sea salvar tu pellejo en cada enfrentamiento.
Los primeros fines de semana se sienten eternos, con un hoyo en la panza. Cuando regresan antes de que termine el domingo ese abrazo y el grito de «¡Mami!» Se siente como si por fin estuvieras completo.
Y te sientes que vuelas cuando te dicen: «Te extrañé mucho». Porque tenemos miedo de que nos borren de su mundo, que ya no nos quieran o nos echen en cara que su papá ya no está en la casa.
Cada vez esos pequeños grandes humanos están más tranquilos de irse de aquí y disfrutan mucho estar lejos de mí, eso debería doler pero la parte no egoísta de una madre desea que sean felices aún sin estar con uno.
Cada vez es más fácil organizarme un dos por uno en el cine el fin de semana. Salir con mis amigas los sábados, lo cual estaba «off limits» mientras estuve casada o tomar un curso de macramé si se me hinchara la gana.
Libertad, la añoramos y al mismo tiempo qué difícil es de manejar.
Creo que lo peor fue el fin de semana pasado que me topé con una amiga en el centro comercial y ver su cara de terror cuando le dije que iba al cine sola «¿CÓMO TU SOLAAA?» Esas tres palabras calaron mis huesos. Ya estaba por iniciar la película pero sino le hubiera dicho que en mi carrera la tarea era ir a ver películas y desde entonces lo disfruto mucho, que con tanto amigo virtual que tengo en Twitter o Facebook por más de cinco años no he comido realmente sola. Que mis lugares favoritos son cafés en aeropuertos en los que un capuchino y una revista llenan esa silla vacía del otro lado de la mesa.
No me dio tiempo pero de verdad le quise decir que no me vea con pena o sienta lástima; que siempre he disfrutado mi soledad.
Y si hay quienes le huyen.
Otros como yo tomamos la cosa con filosofía después de un fin de semana serán dos semanas enteras de tener de nuevo ruido, gritos, regaños, amenazas, carcajadas y mucho amor en la casa.

En el parque que crecí

Si hay algo que les gusta a mis hijos es andar en bici, pueden estar horas dándole a los pedales sin cansarse. Son felices.
Hace poco fui al parque que está cerca de la casa de mi mamá. En el parque en cuestión pasé mi infancia, adolescencia y ahora que regresé me dio un gusto enorme ver que lo han puesto más bonito.
Los vi disfrutar. como yo lo hacía, dando infinidad de vueltas en la bici. Me preguntaban si yo salía a andar en bici y les platiqué de cuando me persiguió un perro que casi me mordió, también cuando pasé un tope y me caí y sí, también les dije que lo que más me dolió fue la vergüenza que el golpe.
Les conté de mis amigos y mis amigas, de que salía todas las tardes a caminar con mi mamá y de que el niño más guapo casualmente salía a la misma hora que yo en su patineta y lo jalaba su pastor alemán.
Cuando aprendí a manejar cambié las vueltas caminando por las vueltas en mi coche, un Tsuru azul claro que podría poner en aprietos a un Dodge Shadow turbo. No por nada mi mejor amigo me decía «Fitipaldi», pero eso no se lo vayan a decir a mi mamá.
El caso es que, en ese parque, viví muchas cosas. Ahora me encanta disfrutar y compartir más aventuras con mis hijos en otros parques como el de viveros, el de los coyotes, en Xochitla o el último que visitamos, el parque ecológico Tepozteco; gran experiencia que en otra ocasión platicaré.
Esta última semana de vacaciones aprovéchenla y visiten algún parque juntos.

Seguridad, Gratitud y Perdón.

Sabes que estás en paz cuando puedes dormir tranquilo, sin angustias, sin ansiedades.

Últimamente he estado tomándoles fotos a mis hijos dormidos. Me encanta su paz. Su tranquilidad al dormir, puedo verlos así toda la noche.

Mi hija duerme con peluches, los abraza, su favorito es un perro pastor alemán, pero me pregunto: ¿necesitará sentirse protegida?
Mi hijo pone en su buró a su elfo mágico y me pregunto lo mismo: ¿Necesitarán un refuerzo en la noche; algo en el que ellos depositen sus miedos?

¿Qué podemos hacer como padres para que conserven esa paz que tienen los hijos?
Lo que he leído y aplicado son 3 cosas:
1. Mostrarse como un padre seguro.

Somos su ejemplo y su pilar. Esa seguridad se les transmite a veces sin decirlo con palabras. Ellos lo saben. Un padre fuerte que sabe lo que hace les da estabilidad.

2. Gratitud.

Recordarles lo afortunados que son. Es cierto que los niños y más los pre-adolescentes se sienten que si no están con el último gadget no pertenecen a su grupo de amigos, las niñas si no estrenan outfit cada fiesta están «out» es por eso que hay que recordarles que tienen todo; escuela, techo, comida, familia, amor, amigos y enséñenles a dar gracias por eso mismo.
Les recomiendo un documental mexicano «Los Herederos» (lo encuentran en YouTube) sobre el trabajo infantil en México; yo llevé a mi hijo a ver el documental a los 7 años y entendió perfectamente la fortuna de poder ir a la escuela y hasta de tener tiempo para jugar.

3. Perdonar.
Creo que este punto es el más importante. Debemos aprender a soltar rencores, apegos y personas.
En algún lugar me dijeron que eso de no desprenderse viene desde que somos bebés. Ya saben que hay una etapa en la que los niños toman algo y lo tiran, uno lo levanta y se lo vuelve a dar al pequeño; acto seguido el bebé lo vuelve a tirar y se repite la historia cien o mil veces más y ¿cómo reaccionamos los adultos? Exclamando al borde de la historia: «No lo sueltes», «Agárralo fuerte» y es así como comienza nuestra historia con los apegos.
Enseñar a los hijos a soltar es con paciencia, respeto, cariño y comunicación. Se vale estar triste, que duela pero el sufrimiento si es opcional. Y el perdón libera al que lo otorga no al que daña.
Cada uno como padre tenemos instintivamente estas enseñanzas, pongamos un poquito más de atención a nuestras acciones que son las que al final los hijos terminan aprendiendo.
Les deseo Paz.

Cambio bailando

Cuando estaba planeando mi boda la organizadora me dijo algo que me hizo mucho click: «Si quieres que en tu boda la gente se levante a bailar tienes que poner el ejemplo; los invitados se van a levantar e irán a la pista para felicitarte y se van a poner a bailar» y sí, así fue no dejamos de bailar hasta las 5:30 de la madrugada.
Y esto pasándolo a la vida normal es tan cierto, quieres una vida más alegre, baila; llueve, mójate; hace viento, saca el papalote; hay que fluir, disfrutar el presente, celebrar y estar en movimiento.
Lo único que permanece es el cambio, bastante irónico ¿verdad? Quien está rígido, aferrado, buscando todo lo que le evite fracasar o ser infeliz se está perdiendo lo más lindo de la vida que es vivir.
El fin pasado fui a ver la película «Héctor y la búsqueda de la felicidad» y eso es lo que este personaje, en su investigación de lo que hace a otros felices, encuentra; vivir, moverse, crecer como persona, ayudar a otros, ¡bailar!
Todos tenemos días malos y otros peores. Pero en cuanto puedan hagan como yo con mis hijos, ponemos un juguete que brilla con luces de diferentes colores, apagamos luces, prendemos el iPod con nuestras canciones favoritas y nos subimos a la cama a bailar, saltamos, damos marometas y cantamos a todo pulmón.
Tal cual esa wedding planner me lo dijo aquel día, baila y la gente se contagiará. No se esperen a que llegue una gran celebración hagan de un día común un pretexto para celebrar.
¡Vamos a bailar!

Foto: Emery Co Photo