En Familia

El sábado pasado fue el cumple de mi hermano, las fiestas hasta morir han ido cambiando a fiestas hasta morir pero sin que yo vaya.
La verdad es que tener niños pequeños y despertar al día siguiente a las 7 de la mañana empiecen con el «Mami, mami, mami… Tengo hambre, tengo sed, quiero jugar» es una tortura cuando uno se encuentra desvelado y peor aún crudo, así que desde el año pasado vamos a comer con mi hermano.
Este año lo acompañamos a uno de sus restaurantes favoritos; en la mesa nos sentamos su novia, mi mamá y mis dos hijos.
Mi hermano está soltero así que mis hijos pues generalmente hablan de sus aventuras en la escuela, la clase de basket y la chiquita de la danza aérea. Mi mamá nos contaba de su trabajo al igual que la novia de mi hermano y mi hermano y yo pues de la vida pero de repente mi mamá mencionó que en su iPad mi hermano le había bajado unos libros para leer e instalado Netflix.
De inmediato todos comenzamos a hablar de nuestras series favoritas.
Mi hijo de una película de adolescentes que se llama «Expelled» sobre un chavo que no quiere estudiar y hace todo para que lo corran del colegio.
Mi hija les platicó que como quiere ser veterinaria su serie favorita es «Littlest Pet Shop» y los documentales sobre la naturaleza como «La Voz Animal».
Mi hermano me ganó la palabra y dijo que estaba enganchadísimo con «Suits» (chicas de verdad si quieren taco de ojo #garantizado vale la pena que se echen un clavado en esta serie) y de un grito le dije que yo también. A él le gusta la ropa y la actitud del soberbio abogado Harvey Specter y a mi me encanta la inocencia del novato Mike Ross.
Mi mamá tampoco se quedó atrás nos contó que después de terminar «Tiempo entre costuras» siguió con «The Good Wife» le pregunté que en qué capítulo iba y antes de contestar me preguntó: «¿Y se queda con Will?» Así que supe que le faltaba ver otras dos temporadas.
Mi mamá, la novia, mi hermano y yo también estamos enganchados con «Club de Cuervos», mi mamá y mi hermano alucinan al Junior; la novia y yo lo amamos.

Comentamos lo divertido de la serie mexicana y reímos al ver que todos coincidíamos en una cosa somos una familia 100% Netflix.
A los mayores les recomendé Gran Hotel, la Downtown Abbey española y a los chiquitos les recordé que voy a estar enseñándoles clásicos que me tocó ver de chiquita como los «Aristogatos».

Me encanta que Netflix sea parte de nuestra dinámica familiar, nos une este amor por las series y compartir un día lluvioso juntos viendo una película.

Les recomiendo una receta deliciosa para botanear:
Taquitos de tamarindo
Ingredientes:
Pepino en rebanadas delgadas
Zanahoria rayada
Jícama rayada
Morelianas de tamarindo
Chamoy

Cómo hacerlos:
Es tan sencillo que hasta los niños pueden hacerlo solos.
Rellenar las Morelianas de tamarindo con una o varias verduras echarle chamoy y formar los taquitos.
¡Listo! Una botana sencilla y deliciosa para compartir en familia.

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Pelazo

Son pocas las personas que conozco que amen su cabello. Generalmente las mujeres nos estamos quejando de que si es muy lacio o muy chino, grueso o delgado.

Total no estamos conformes. Independientemente de si nos gusta o no es una realidad que a medida que envejecemos el cabello va perdiendo vida. Entre los tintes, bases, alaciadas, rayos y centellas el cabello va perdiendo brillo y si aunque suene a comercial pierde sedosidad.

Hace un año exactamente estaba en un programa de purificación en el que pasaba muchas horas entre el sauna y la ducha de agua fría, una de mis compañeras, Auro es experta en temas de belleza ya que maneja la estética de su mamá.
Transcurridos unos dos minutos de conocernos entramos al tema de ¿Cómo cuidar el cabello? ¿Cómo evitar el daño en exceso a nuestra cabellera?
Y aquí en exclusiva les daré los tips que ella misma me compartió:

1. Comer bien. Se nota cuando nos hacen falta vitaminas o tomar suficiente agua. Esta hidrata todo el organismo.
2. Aplicar un protector de calor antes de usar la secadora o la plancha.
3. Buscar un shampoo específico para tu tipo de cabello y libre de sulfatos.
4. Usar Acondicionador.
5. Aplicar una mascarilla para hidratar el cabello una vez al mes o cada semana si hay un daño considerable.
6. Y si tienes el cabello muy largo trenzarlo.

A mi amiga yo le pregunté qué marcas si son buenas y cuales son pura mercadotecnia. Y me dijo que las mejores son las que venden en los salones por eso mismo su precio es más alto pero a la larga es mejor invertir que sufrir.
Las mejores marcas para ella son: Mon Platin, Sebastian, Paul Mitchell y Wella.

Para acabar le pregunté si son buenos los aceites que se ponen para peinar o dar brillo al cabello y me dijo que definitivamente si el de Argan, el de aguacate o el famosísimo Morrocanoil.

Así que ya tienen los mejores tips para tener una cabellera de comercial y si quieren mas asesoría o un cuidado integral de su cabello vayan con mi amiga Aurora a su estética Nuria, Av. Universidad 1601 local A. Tel: 56597815.

Have a Good Hair Day!

Mi healthcoach

Hace unos días salí del salón de belleza y tomé un taxi de la calle. Obvio UBER es la neta del planeta pero cuando voy a destinos que se que cobran menos de $50 pesos me persigno y me subo al primer taxi no pirata que pase.

Así que levanté mi bracito y paré al taxi. Ya saben que cuando no les late algo es inmediato pero hay veces que, bueno, en contra de nuestra intuición ahí vamos como vaca al matadero.

Desde que vi que me barrió de arriba a abajo no me latió.  Generalmente saludo muy amablemente a los choferes, y les indicó el lugar al que me dirijo, he encontrado a joyas de verdad detrás de esos volantes pero éste, este es un ejemplar único dentro del universo de taxistas.

Me saluda y empiezo a notar que me revisa por sus tres retrovisores de diferentes tamaños que van de izquierda a derecha del parabrisas.

Comenzamos con una plática muy superficial, el clima y las torrenciales lluvias que han azotado a la ciudad y me dijo: «No seño, qué bueno que no maneja es mucha la tensión de andar de ahí para allá».

Le contesté que efectivamente he encontrado en los taxis una manera de transporte eficiente cuando voy a algún lugar y los estacionamientos salen en un ojo de la cara. Inmediatamente me lanza una mirada y me dice: «No pero usté se ve de lana, así bien billetuda»  (¡Madres! ¿para qué saqué el tema del dinero?)

Le contesto inmediatamente que para nada, que me la hiciera buena, y que ni a coche llego por eso viajo en taxi.  (Negación no vaya a quererme secuestrar)

Voltea a verme con un poco de incredulidad y reto «¿Pues a qué se dedica? Parece así como estrella de televisión» (No bueno casi me la creo #Not).

Le contesto: «Nombre, bueno fuera, ahí si sería bien billetuda joven, soy mamá y a eso me dedico».

Su interrogatorio continúa: «Pero se ve que hace ejercicio, tiene buen cuerpo esta bien piernita» (En ese momento me quise bajar del taxi en friega pero no se podía)

– Irene: «Uy no para nada, ahora si que ni tiempo de hacer ejercicio, con los dos niños».

– Voltea, me revisa de nuevo y me dice: «Bueno pues yo le recomiendo que vaya a caminar es buen ejercicio y para la pancita…» (¿Pancitaaaaaaa? ¿Quién chingados le preguntó sobre mi panzaaaaa?)

– El chofer continua: «A ver ¿la tiene flojita o durita?» al mismo tiempo que estira la mano para tratar de tocar mi panza. De seguro le hice una cara «tóqueme y lo mato» que así como estiró el brazo lo regresó al volante.

 – Rápido le contesté: «Con los embarazos me quedó súper flojita no sabe me desgraciaron esos chamacos» (No vaya a ser que le digo que está durita y se le antoje comprobarlo al muy cabrón).

Para ese momento ya me quería morir y me imaginaba que un paso en falso o un mal comentario y me iba a llevar a los oscurito el hombre.

El señor ya instalado en Healthcoach me dice: «Pues yo le recomiendo que deje de tomar refresco, es harta azúcar»  (Y ¿Quién le preguntó?)

– Yo: «¿Y si es de dieta?» (Ahí si yo le pregunté)

– Taxista: «No seño tiene mucha gas e inflama y también le va a ayudar no comer pan en las noches» (No bueno este hombre le gusta sentir que ayuda a otros así que me la llevaré por ahí en lo que llegamos a mi hogar).

– Yo: «Claro eso de no comer pan es ¡buenísimo! Se ve que sabe joven».

– Taxista: «Yo hago frontón y me gusta correr me voy a los viveros o al bosque».

– Yo: «Tiene razón el ejercicio es muy bueno».

– Taxista: «Y su marido ¿hace ejercicio?».

Como de reflejo contesto: «No joven me acabo de divorciar» (Ósea ahí va Irenita y se pone de pechito, ¡Mensa!).

– Taxista: «¿Cómo? Usted tan guapota» (Y si la siguiente pregunta era obvia que la iba a hacer) «¿POR?»

Inserten emoticón de desesperación pero recuerden que tengo miedo que me secuestre o viole así que le sigo la corriente muy amable sin mentada de madre de por medio.

– Yo: «Pues ya ve así pasa».

Taxista: «No, si le digo seño se aburren».

Bendito Dios llegamos a la casa, saqué un billete de $50 no esperé cambio y corrí a la entrada de mi casa.
Eso sí, a partir de ese día tomo menos refresco y no ceno carbohidratos.

Sin niños

Antes rezaba por un ratito sola en la tarde, poder echarme un maratón de Netflix de un fin de semana.
El sueño de toda mamá; ser libre y tener horas para nuestras cosas. Poder ir a la exposición en el zócalo porque eso de llevar chamacos ya sabemos que terminará en: «Ya me cansé», «¿Falta mucho?», «Tengo hambre», «Quiero hacer pipí», e interminables frases que nos hacen desear no haber salido del hogar ese día.
De poder ir al cine a ver una película que no tenga ni princesas, ni gallos con muchos huevos en conclusión que sean para adultos, que actúen personas y tengan una trama interesante.
De poder comer tranquilamente sin corretear o amenazar con que no va ha haber postre. Disfrutar una copa de tinto y de una sobremesa de más de dos horas.
Pues les tengo una noticia debemos de tener cuidado con lo que pedimos porque los sueños sí se convierten en realidad.
Esas añoranzas ahora con el divorcio se han convertido en una forzada realidad.
Los fines de semana que le tocan al papá soy dueña y señora de mi espacio y tiempo. Y fíjense que los extraño. Extraño a esos seres que hacen mucho ruido y se quejan que hace calor o frío dependiendo. Que se molestan entre ellos y llegan corriendo para darte un abrazo con las manos llenas de lodo. Que te arman un drama porque los mandaste a hacer la tarea y una hora después te regalan una florecita de jardín. Esos pequeños que no se cansan de ti (por lo menos mientras les llegue la adolescencia) y quieren jugar Xbox contigo aunque su misión sea salvar tu pellejo en cada enfrentamiento.
Los primeros fines de semana se sienten eternos, con un hoyo en la panza. Cuando regresan antes de que termine el domingo ese abrazo y el grito de «¡Mami!» Se siente como si por fin estuvieras completo.
Y te sientes que vuelas cuando te dicen: «Te extrañé mucho». Porque tenemos miedo de que nos borren de su mundo, que ya no nos quieran o nos echen en cara que su papá ya no está en la casa.
Cada vez esos pequeños grandes humanos están más tranquilos de irse de aquí y disfrutan mucho estar lejos de mí, eso debería doler pero la parte no egoísta de una madre desea que sean felices aún sin estar con uno.
Cada vez es más fácil organizarme un dos por uno en el cine el fin de semana. Salir con mis amigas los sábados, lo cual estaba «off limits» mientras estuve casada o tomar un curso de macramé si se me hinchara la gana.
Libertad, la añoramos y al mismo tiempo qué difícil es de manejar.
Creo que lo peor fue el fin de semana pasado que me topé con una amiga en el centro comercial y ver su cara de terror cuando le dije que iba al cine sola «¿CÓMO TU SOLAAA?» Esas tres palabras calaron mis huesos. Ya estaba por iniciar la película pero sino le hubiera dicho que en mi carrera la tarea era ir a ver películas y desde entonces lo disfruto mucho, que con tanto amigo virtual que tengo en Twitter o Facebook por más de cinco años no he comido realmente sola. Que mis lugares favoritos son cafés en aeropuertos en los que un capuchino y una revista llenan esa silla vacía del otro lado de la mesa.
No me dio tiempo pero de verdad le quise decir que no me vea con pena o sienta lástima; que siempre he disfrutado mi soledad.
Y si hay quienes le huyen.
Otros como yo tomamos la cosa con filosofía después de un fin de semana serán dos semanas enteras de tener de nuevo ruido, gritos, regaños, amenazas, carcajadas y mucho amor en la casa.

Mi ex «El gato con botas»

Corría la mitad de los años 90’s cuando regresé de mi intercambio por la Hermana República de Wisconsin o mejor conocida como «La Tundra Americana».
Mi ex novio como ya les he contado era el hombre físicamente más perfecto que he conocido.

Yo, una mexicana perdidamente enamorada de Anthony, de la lacrimógena serie «Candy Candy» caí redondita ante este Tony de carne y hueso. Pero a nivel intelectual me quedó a deber. Me di cuenta de la dimensión de este vacío cuando de regreso del Thanksgiving en casa de sus padres tuvimos una platica sui géneris.

Viajábamos a través del paisaje que estaba pintado de ocres, era el final del otoño y las hojas caían, el cielo se pintaba de rosas y naranjas, con su mano izquierda tomaba el volante y con la derecha sostenía la mía (de verdad muy romántico) hasta que mi perfecto Adonis abrió la boca y me confesó que a él no le gustaría ser vaca sino árbol (inserte emoticón de desconcierto).
Yo intrigada le pregunte el por qué, a lo que me respondió: «Imagina que aburrido sería estar tirado (como vaca) en el pasto todo el tiempo, por lo menos si eres árbol en cada estación cambias de peinado». Juro por mi vida que estuve a punto de soltar la carcajada pero lo vi tan serio, de verdad, que me dió pena y asentí.

Después, no les miento, ya no lo ví tan guapo. La conversación se centraba en que si Green Bay llegaría al Super Bowl con Bret Favre o no.

Regresando a México me despedí de Homero Simpson versión guapo y conocí a su opuesto. Mi mejor amiga me presentó a un amigo de su novio. No era guapo, ni feo, eso sí muy chaparrito pero brillante; abogado, doctor en derecho por una universidad europea, eso sí me representaba un reto intelectual, lo chaparrito no me importó.

Salimos a cenar entre semana siempre de traje y corbata; la platica era cada vez más interesante. Sus neuronas alborotaron mis hormonas hasta que llegó el fin de semana, maldito fin de semana y su ropa casual.
Llegó con una camisa tipo Versace, esas de estilo Luis Miguel en «No culpes a la noche» pero pirata (inserte emoticón de llanto), jeans verde botella y botas vaqueras con un poco de tacón por aquello de la baja estatura.

Su gran inteligencia no abarcaba el área de estilo. Pero no quise rechazarlo así que me propuse realizarle un análisis de imagen y re ingeniería de vestuario completamente gratis y obvio sin que se diera cuenta.
Pasó otro fin de semana y aparecía con una camisa similar en colores distintos y los jeans pasaban del verde botella al azul chiclamino, pero eso sí, las mismas botitas.

Un día le cuestioné su singular estilo, siempre con tacto, muy chic y me dijo que le chocaba ir de compras así que si encontraba algo que le gustara compraba lo mismo en colores distintos.
Oh mi Dioooooooor!!!!

Mientras salíamos conocí a su familia muy tradicional al punto de las épocas de la revolución; la mamá le servía a su esposo e hijo, cuando ellos terminaban ella y yo podíamos entonces sentarnos a comer, si de esa tradición machista y misógina.
En otra ocasión me invitaron a una reunión familiar, en cuanto pasó la señora ofreciendo refrescos me levanté y le pregunte que en qué podía ayudarla, el gato de su hijo me jaló de nuevo hacia la silla y al oído me dijo: «Deja que nos sirva».
Terror.

Desgraciadamente ya estaba enamorada del gato con botas pero bastaron dos gotas de agua las que derramaron la relación.
Una fue que mis amigas ya no me invitaban a salir los fines de semana porque no nos iban a dejar pasar al antro de moda, la combinación Versace pirata más bota vaquera no era combo ganador. Así que el día que convencí a una de ellas de salir con su novio e ir a bailar me dijo: «Solo dile que se ponga traje, ahí no hay pierde».

Cuando le dije a mi novio puso cara de «Qué flojera» pero accedió. Llegó por mi con camisa negra y pantalón de vestir del mismo tono. Mi amiga al bajar del auto me felicitó a sus espaldas, mi novio fue hacia la cajuela para sacar su saco y  ¡Oh sorpresa! era un saco blanco de piel nacarada.

Créanme quise correr de la pena ajena que me dió. Mi amiga se quedó helada y me dijo: «Quédate en el área de valet, yo hablo con el cadenero y cuando nos dejen entrar le corres antes de que lo vean bien y se arrepienta de habernos dejado pasar».
Todavía me acuerdo y me río.

La otra gota fue cuando le comenté, muy afectada, que una amiga tenía una crisis porque cachó a su papá con la amante. Este hombre simplemente me dijo: «Irene es súper normal mi papá también ha tenido algunas». Terror, fue una bola mágica que me enseñaba mi futuro.
Creo que la ropa y el estilo pueden cambiar pero los principios y valores no. Y la verdad yo no tenía vocación de tapete.
Ese es el porqué se ganó el apodo de «El gato con botas».