Como padres tenemos diariamente múltiples oportunidades de educar, sólo hay que tener las antenas bien paradas para aprovecharlas. Por ejemplo, el fin de semana pasado hubo un torneo de golf al que asistimos, el Lorena Ochoa Invitational, la última parada de la gira de la LPGA (Ladies Professional Golf Association); las mejores golfistas del mundo acudieron a él.
Mi hijo lleva menos de dos meses aprendiendo golf y le emocionaba mucho verlas y tomarse foto con ellas. Había una en particular que quería conocer; Paula Creamer aka La Pantera Rosa. Una chava de casi 1.80, rubia y guapísima (nada perdido mi chamaco), junto con ella estaban en su grupo una noruega, Suzann Petersen, y una estadounidense, Christina Kim.
Ahí fuimos siguiéndolas y noté que Creamer y Petersen (guapísimas con cuerpo perfecto) tenían un carácter de la fregada y le mencioné a mi hijo: “Por su actitud hasta se ven feas”, a lo cual mi peque asintió. En cambio Kim, de descendencia asiática era llenita pero, literal, desbordaba alegría y buena vibra. Festejaba los golpes de sus rivales y si ella fallaba se moría de risa mientras que a las otras les salía humo de las orejas.
En una ocasión la Pink Panther falló dos tiros seguidos, aventó su bastón, se repetía que era una estúpida y la cara se le alargó un metro. Mi hijo me dijo: “Creo que hoy no va a estar de humor para dar autógrafos o sacarse fotos”.
Al día siguiente las dos rubias bajaron su calificación y la que permaneció en el grupo puntero fue Kim, quien no sólo se mantuvo en la primera posición del torneo sino que, por su forma de ser, se echó a la bolsa a todos los asistentes quienes la apoyaron completamente el último día.
Christina siempre agradeció los aplausos, celebraba a sus contrincantes y no se tomaba muy en serio ni a ella ni al torneo. Lo disfrutó. Además, se controlaba, esa mente fría hizo que en el último hoyo desempatara dos veces. Ganó y saltó de felicidad, su mejor amiga corrió a felicitarla y lloraron abrazadas por un minuto mientras todos los asistentes nos levantamos a aplaudirle largo y tendido.
Eso le hice ver a mi hijo:
- Siempre se debe dar lo mejor de forma humilde y de buen humor.
- Reconocer cuando otro hace las cosas mejor que nosotros.
- Agradecer siempre.
Christina llevaba más de nueve años sin ganar un sólo torneo, esa perseverancia me sorprendió al igual que en su discurso: mencionó que le hubiera gustado ver ganar a la golfista que quedó en segundo lugar, dijo que se lo merecía.
Y después de estar más de cuatro horas jugando, la ganadora estuvo casi dos horas con los medios y dos más firmando autógrafos y tomándose fotos con todo el que se lo pedía, siempre con una gran sonrisa.
Aquí nuestra foto:
Me encanta leerte, tu texto siempre tiene un sentido profundo detrás de las palabras de la anécdota, tu forma sutil de enseñar a tu hijo me parece fantástica, felicidades!