El lunes pasado llegué a la escuela a recoger a mi hija. Tuvo un día pesado y todavía teníamos que esperar una hora más al hermano. Cerca de la escuela hay una tienda y se me ocurrió ir a comprar algo para matar el tiempo.
La nena me acompañó a regañadientes. Mientras salíamos del colegio, su cara era de enojo y recordé a una amiga que me recomendó un ejercicio que ayuda a que las personas estén más alerta y animadas: El juego de mirar.
Así que comencé el juego: «Vale, mira ese tronco con forma de corazón», la nena con flojera volteó su cara hacia el tronco y en efecto le sorprendió. «Vale, mira esa rama que sale de la pared de ladrillos», la carita de mi hija siguió entusiasmada ante ese raro fenómeno. «Vale, mira ese tenis encima de las bolsas de basura», en este punto soltó la carcajada.
El juego de las miradas estaba surtiendo efecto. Ahora ella me decía a donde mirar: «Mamá, mira esa bandera, ¿siempre ha estado ahí? Nunca me había fijado en ella” “Mira ese número en el árbol ¿cómo habrá llegado ahí?” “Mira esa silla en la banqueta”.
Llegamos a la tienda y, afuera, miramos que había una cruz y al lado un pequeño nicho con un candado. Vale pensó que era para una mascota pues el nicho era pequeño, pero leímos la cruz que tenía el nombre de un señor y la leyenda «Descanse en paz»; la nena de inmediato comentó: «Con tanto tráfico no creo que esté descansando en paz». Me dio mucha risa la lógica de su conclusión y así dimos por terminado el juego de mirar.
Se los recomiendo, a veces nos perdemos en el ajetreo diario. Poner atención en los detalles nos ayuda a mejorar el ánimo, mientras salimos de la rutina.