Platón

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Tres veces salí de la casa de mis padres, la primera por un año de intercambio en la universidad y la tercera para casarme. De la segunda es de la que escribiré hoy:

Mi papá había fallecido dos años y medio antes. Fue una época muy difícil pues mi hermano, mi mamá y yo estábamos enojados con todo el mundo, entre nosotros y con nosotros mismos.

En uno de esos enojos dije: “Hasta aquí”, y mi mejor amiga me dio asilo político. En los cinco meses que estuve fuera me cambié tres veces de casa. Básicamente vivía con mi maleta lista.

El primer domicilio era un depa increíble en Emilio Castelar, el segundo un loft en la calle de Newton, el tercer cambio y definitivo fue a la calle de Platón, quien por cierto dijo: “Ante todo es necesario cuidar del alma si se quiere que la cabeza y el resto del cuerpo funcionen correctamente”.

Y así fue, cuidé mi alma. Estaba tranquila. Mi amiga viajaba mucho, así que pasé mucho tiempo sola. Me levantaba a las 5 de la mañana a leer –extraño esos ratos de total silencio y paz–. A las 6 salía a correr al parque Lincoln (sí, corría), regresaba a bañarme y me iba a trabajar. No ganaba mucho pero me las arreglaba, a veces sólo con una lata de atún y arroz.

Me mandaba sólita. Es una gran responsabilidad ser la dueña de tu vida, tiempo y espacio. No todo fue miel sobre hojuelas, tuve mis altas y mis bajas. Y las bajas, muy muy bajas. Pero ahí conocí a mi roca. De quien me apoyé para salir de esa confusión y tristeza. Con quien sané muchas heridas que estaban todavía abiertas.

¿Debí haberlo hecho yo sola? Tal vez es muy tarde para saberlo. Así sucedió.

Fue una gran lección. Hubo muchas risas, más lágrimas y al final sentí que estaba lista para regresar a casa de mis padres. Con el alma más tranquila y la mente más clara.

Fue grato encontrar a mi mamá igual, no más reproches ni culpas. Reconociendo que la vida puede acabarse en un momento y debemos aprovechar cada minuto de la misma.

Gracias por todo, Sabine. ¡Te quiero!

Foto Irene

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Fuera de México

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Historias del 15 del septiembre tengo muchas pero una en particular me marcó. Siento que cuando uno pasa esta fecha fuera de México, la nostalgia y la nacionalidad se exaltan, uno extraña pues.

Fue en mi intercambio en la tundra de Wisconsin. Corría el año de 1995, llegamos cuatro mexicanas y nos anexamos a otros mexicanos y latinos que vivían por allá. Ese día comenzamos los festejos en la casa de Ivette y Jessica, dos venezolanas chéveres que vivían arriba de The Buck, un bar muy cute.

Ahí nos concentramos los mexicanos, venezolanos, colombianos, costarricenses, dos árabes (uno de Pakistán y otro de Kuwait) y otros americanos. Abrimos una botella de tequila y bailamos banda que la compatriota de Sonora, Lidia, tenía en su repertorio.

Se acabó el tequila, ahí nos dividimos, muchos se fueron a un antro y las mujeres bajamos 15 escalones para entrar al bar y seguir brindando. Nos sentamos en uno de los gabinetes de la entrada, pedimos dos jarras de cerveza (nuestro presupuesto no daba para una botella de tequila) que rápidamente se vaciaron. Dos americanos se acercaron a preguntar si éramos de alguna sorority (hermandad griega para mujeres) les contestamos que estábamos festejando nuestro 4th of july; entendieron de volada y nos dispararon dos jarras más.

Después de que las jarras se quedaron sin cerveza y nosotros ni dinero, emigramos a casa de Jorge, el colombiano que intentó, sin mucho éxito, enseñarnos a las mexicanas cómo bailar vallenato.

Fue una noche singular, entre tanto extranjero y música diferente, creo que fue el momento en el que los latinos nos unimos como grupo. Ya no éramos los de intercambio, nos convertimos en amigos y teníamos algo más en común que sólo el idioma, tenemos una historia, raíces y libertad compartida.

Ahora sí ¡Viva México!

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Perdida en centímetros

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No ha sido semana fácil estoy exhausta ¿JUAY? Desde el lunes, los dos peques amanecieron con mocos. Con el mayor ya llevamos más de tres consultas y dos antibióticos con la Otorrina, y el peque vuelve a recaer.

Me dirigí con el alergólogo (al cual debí haber acudido desde el principio), al tomarle el peso y la altura a mi hijo noté que en ocho meses sólo había crecido medio centímetro y había aumentado dos kilos. El niño lo vió y comenzó la cantaleta que desde hace año y medio lo atormenta: «No crezco, no crezco, no crezco». Sí, es de los más pequeños de su generación pero algunos de sus compañeros le llevan más de año y medio.

Al final de la consulta le pedí al doctor que me diera su opinión y, efectivamente, al hacer una gráfica de su crecimiento desde hace un año se estancó. Me refirió con una endocrinóloga con especialidad en crecimiento, y me aseguró que no iba a darle hormona del crecimiento a menos que fuera absolutamente necesario. Otra amiga me confirmó sobre la honestidad y profesionalismo de la doctora y saqué cita. Estaba disponible hasta octubre, pero me hicieron un hueco el viernes por la noche.

Pasamos con la asistente, nos midieron –a mi esposo, a mi hijo y a mí–, pesaron y cuestionaron todo sobre nuestro desarrollo y crecimiento. Resulta que a mí se me perdió un centímetro y a mi esposo cuatro de lo que según nosotros medíamos.

Al final la doctora tiene que tener más elementos para determinar si es o no candidato a la hormona de crecimiento, le mandó análisis y estudios de laboratorio, pero me dio tres tips que les comparto para que los niños tengan más probabilidades de crecer:

  1. Dormir. la hormona del crecimiento se produce de 8 de la noche a 1 de la mañana, si el niño se desvela pero se despierta hasta las 11 de la mañana del día siguiente, la hormona no funciona. Se activa sólo durante este periodo de tiempo.
  1. Ejercicio. La hormona se dispara cuando los niveles de azúcar bajan en la sangre debido al esfuerzo en el deporte. Una hora diaria de una actividad constante hará que el niño tenga más posibilidades de producir la hormona.
  1. Comer bien. Si la hormona necesita tener una baja de azúcar, comiendo dulces o comida chatarra es como dar pasos de cangrejo, hacía atrás. La doctora le recomendó a mi hijo incluir vitaminas y minerales diariamente, tres veces al día, incluyendo fruta o verdura en las comidas.

La doctora lo verá en seis meses, si es que los estudios no arrojan una anomalía. Nos dio tranquilidad saber que los niños entre nueve y 11 años sufren un detenimiento de crecimiento exactamente antes de la pubertad.

Mi niño aún es un niñote y todavía le faltan unos años para que se desarrolle y crezca. Tampoco está mal descartar todo desde un principio.

Yo le di otro consejo a mi hijo que desde el jueves empezó a aplicar religiosamente, decir diariamente: «Yo crezco diariamente, mi cuerpo crece en este momento, doy gracias a mis piernas, brazos y cuerpo por permitirme hacer lo que más me gusta que es jugar basquet, sé que mis células están sanas y trabajan en todo momento para que yo crezca»

En seis meses les cuento cómo vamos.

Confrontar-te

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“Te encuentras tranquilamente en tu cama, el sol se asoma por la ventana, quieres despertar temprano y comenzar ese día. Hay un evento muy importante, una reunión para ti, es tu cumpleaños. Te levantas de la cama, te sientes feliz, mueves un poco la cortina para ver el cielo. Caminas al baño, abres la puerta y te miras en el espejo… Hoy cumples 80 años.”

¡TOING!

Así comenzó una conferencia a la que asistí hace algunos años, teníamos que estar con los ojos cerrados escuchando a la ponente describir la escena. Cuando mencionó la parte del espejo, casi todos los presentes abrimos los ojos. Nos dimos cuenta de que ninguno estábamos preparados para visualizarnos a esa edad.

La ponente nos dijo que hiciéramos un esfuerzo y miráramos al espejo con nuestra imagen a los 80 años. Nos preguntaba: «¿Cómo se imaginan que se verán físicamente a esa edad, cuántos dientes tienen, de qué color es su cabello, usan lentes, se levantan de la cama rápidamente o necesitan ayuda?»

Y continuó describiendo la escena: «Se están preparando para su fiesta, ¿qué atuendo elegirían? Van llegando al lugar ¿cómo se imaginan ese lugar: abierto, cerrado, un salón de fiestas, la orilla del mar, su casa, una casa de campo?… ¿Quiénes estarían en esa fiesta? ¿por qué? ¿Quienes no estarían ahí y por qué?»

Todo este ejercicio fue para que nos diéramos cuenta de que necesitamos planear desde ahorita nuestra vejez; lo que hagamos y lo que nos cuidemos se verá reflejado físicamente en un futuro, pero lo mismo con nuestra relación con los otros: hijos, hermanos, amigos.

Y ustedes, ¿cómo se ven a los 80 años? ¿Qué acciones tomarán hoy para tener un futuro más feliz?

Foto Irene

Imagen tomada de http://interbar.blogspot.com