Cuarón es feminista

irenebuena

En la página de ex-A-tec hace tres semanas convocaron a un concurso para ir a una plática con Alfonso Cuarón. Había que decir qué películas de Cuarón habíamos visto y cuál era la que más nos había gustado.

Bueno, entre maletas y niños demandantes (estábamos por regresar al DF, después de una semana en Acapulco) me di a la tarea de enviar el correo pero segurísima de ganar el «Golden Ticket». A los tres días, el director de carrera de Comunicación me dijo que había ganado un lugar. *incluyan imagen de @mommychic1 bailando*

Fue el 30 de abril, después de haber estado en el puesto del Registro civil en la escuela de peque mayor por cinco horas y haber ido a escoger el regalo para los niños, me fui a dar una manita de gato y salí corriendo para llegar al Foro Polanco. Ahí encontré a la persona que me iba a entregar el pase de entrada y después de casi una hora y media de hacer fila tuve un gran lugar: exactamente frente a Cuarón.

La dinámica era que los chavos (sí, la mayoría eran estudiantes de carreras de Comunicación, Guión y Cine) le hacían cualquier pregunta y él la contestaba. Por fin salió al escenario y aunque tiene el pelo casi blanco su actitud es de un chavo; vestido con jeans, sudadera y botas gastadas apareció el ganador del Oscar a mejor director, por Gravity –vale la pena mencionar que es el primer latino y mexicano en ganar ese premio.

Todos recibimos de pie y con aplausos al invitado. Cada uno de los asistentes que tuvo la oportunidad de hacer una pregunta le agradecía poner el nombre de México en alto y le decía que verlo triunfar le daba esperanza. No me hagan caso, pero creo que no le gustó para nada cargar con ese peso, de la misma forma, Alfonso les regresaba esa esperanza de que estaba en los jóvenes hacer un cambio. Nos contó que uno de sus sueños es poder presenciar la revolución que se avecina con la tecnología existente.

Alguien le preguntó: «¿Qué le escribirías al Alfonso adolescente?» Respondió que es al revés, que cada vez que busca inspiración busca la carta de él adolescente para el futuro pues «sólo las nuevas generaciones te reconectan con la pureza de las ideas. Como adulto las rechazas, te llenas de miedos y justificaciones».
Y bromeó diciendo que lo que sí le escribiría a su yo adolescente sería consejos sobre chicas.

Reconoció que en sus inicios se sentía muy inseguro sobre su material temático y que se tardó en empezar a hacer las cosas. Y motivó a los presentes con un: «Chavos, es echarse a la alberca» y les recalcó que deben crear sus propias plataformas de medios de comunicación y a su público.

De repente, escogieron a una estudiante para que le hiciera una pregunta a Cuarón, ella le dijo que venía de Querétaro, que sus padres no querían que estudiara cine porque se iba a morir de hambre y que era una industria de hombres: «¿Qué hago, que me valga?»

Sigan sin hacerme caso, pero creo que Cuarón es feminista, pues le contestó: «El problema no es el cine, es el mundo. Ser mujer. Es preocupante la cantidad de oportunidades en puestos fundamentales y el porcentaje de mujeres es pequeño. Se necesitan muchísimas más. Yo digo que sigas con tu sueño».

Y ahí fue cuando revisando la filmografía de Cuarón me di cuenta de que, si bien las mujeres no siempre son protagonistas, sí son parte esencial de sus películas. Por ejemplo, Gravity, que es sobre una mujer que pierde a su hija y queda muerta en vida, sobrevive pero no siente hasta que se pierde literal en el espacio y vuelve a renacer.

La Princesita, esa exquisita película de una niña que lo pierde todo excepto la capacidad de soñar.

Recordé este corto que forma parte de París, je t’aime que trata un tema que me toca en lo personal. Aquí se los dejo:

Después de esa clase con Cuarón, salgo convencida de que se pueden generar cambios positivos con este impulso que traen las nuevas generaciones y que está en nosotras, las mujeres, crear un movimiento para empoderarnos; no podemos seguir esperando que el cambio venga de afuera hacia nosotras sino que tenemos que generarlo.

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Desfile de modas

irenebuena

Mi carrera en el modelaje fue efímera, consistió en un casting a los 13 años para KFC, y a los 19, junto con mi comadre (en aquel entonces mi BFF), fui a una agencia a dejar unas fotos; a la semana me llamaron para un comercial de Sabritas con Yuri; el cual rechacé porque era en Mazatlán y tenía que faltar a la universidad por dos semanas, lo que significaba perder el semestre y mi beca.

Mi papá aunque me apoyaba y estuvo a punto de dejar trabajo y pendientes para acompañarme a Mazatlán, siempre me decía: «Esos trabajos sólo se enfocan en lo físico y no en la capacidad intelectual de la persona; busca trabajar en donde se te reconozca lo segundo» Ash, pues así fue que dejé por la paz esa carrera (tampoco me llamaron después, jajajajajajaja).

Sin embargo, me causa mucha gracia que en situaciones posteriores, tres fotógrafos me han dicho que soy buena modelando y hasta afirman que de seguro me la paso frente al espejo practicando las poses, se me da. Y así es mi hija.

Desde hace más de un año veo que hace poses de modelo sin que tenga ninguna fuente cercana que le enseñe a hacerlo. Hace dos semanas la mamá de una amiga del kínder invitó a Vale a participar en un desfile de ropa para niños, aunque me prometí a mi misma nunca llevarla a algo similar, me dejé llevar por la emoción y acepté la invitación.

Corriendo fui a decirle a Vale el plan para el día siguiente, en lo absoluto le hizo gracia: «Ma, es que es súper aburrido, sólo caminan y se regresan. Me voy a aburrir» ¿Cómo le digo que no, pues sí? En ese momento recordé lo que mi papá siempre me decía. Damn it, ¿De dónde esta niña de seis años sacó eso?

Le dije que le iban a regalar la ropa que usara; no se emocionó ni tantito. Que se iba a divertir con su amiga y tampoco me creyó. Ahora las dos estábamos de necias, ella con el no y yo con el sí. Al final le dije: «Vale, date la oportunidad de conocer y probarlo. Te prometo que si no te gusta, jamás te vuelvo a llevar » y enganchamos nuestros meñiques en una pinky promise. No muy convencida aceptó el trato.

Al día siguiente nos fuimos con nuestras amigas y las dos niñas iban felices, llegaron a ensayar y ¡oh, sorpresa! efectivamente la nena salió a su madre. Se le da natural eso de posar. Como pez en el agua estuvo siguiendo instrucciones y disfrutando la experiencia.

Ya que terminó todo me dijo: «Mami ¿qué crees? sí me gustó, pero de todas formas ya no lo quiero volver a hacer».

Dentro de mí pensé: «Nunca digas nunca».

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