Ya ven que soy muy observadora y pro derechos de los niños; pues les cuento que hace como cinco años metí a mi hijo mayor al curso de verano del club.
A la salida, comencé a notar a un niño más pequeño que mi hijo, como de cuatro años, que después del curso andaba solo por la vida. Un día le pregunté si iba a comer con su mamá y me respondió que no, que pasaban por él hasta las 7 de la noche todos los días. Imaginarán mi cara de terror cuando me dijo eso. Se me hacía muy chiquito y me daba ansiedad que estuviera solo así que casi todos los días lo invitamos a comer con nosotros.
Se me apachurraba el corazón a las 5 de la tarde cuando nos íbamos del club y saber que se iba a quedar solo otras dos horas. Diario me preguntaba: «¿En qué cabeza cabe dejar a un niño de cuatro años solo en un club, desde las 9 de la mañana hasta a las 7 de la tarde?»
Entiendo que hasta las 2:00 estaba en el curso de verano, pero de ahí en adelante nadie lo acompañaba. De seguro los papás confiaban en la buena voluntad de algunas personas como sucedió con nosotros que lo adoptamos esas semanas del curso de verano.
Resulta que la mamá del peque era mi vecina en los casilleros; una señora joven, cuerpazo y muy arreglada. Ella se presentó y dijo que su hijo Ale amaba al mío.
Muy prudente le dije que era un niño muy lindo y me tragué el reclamo. Me di cuenta que los días que estaba en el club se la pasaba en el masaje, el jacuzzi o en el salón de belleza pero nunca con el pequeño.
Pasaron los días y fui al salón de belleza al manicure, de seguro conocen el súper poder de las señoritas que trabajan en esos lugares para hacerte hablar, pues sí, cual loro comencé a desahogarme sobre la situación de Ale y su mamá; y que me voy de hocico cuando me doy cuenta de que a tres sillas estaba la mamá del susodicho haciéndose un tratamiento en el cabello. Me sentí fatal. Fingí demencia y cerré mis ojos como si la manicurista me hubiera hipnotizado. Terminó el curso de verano y dejamos de ver un buen rato a Ale.
Hace poco volvimos a ir regularmente al club y platicando con una amiga que tiene dos hijos de la edad de los míos, me comentó: «¿Ya conoces a mi nuevo hijo? Lo adopté. Es un niño lindísimo pero es como abandonado. Cada fin de semana lo dejan desde las 9 de la mañana y pasan por él hasta las 7 de la noche. Completamente solo. ¿Y si le pasa algo Irene? No entiendo a esos papás. Si le preguntas al peque por su mamá, te dice que ha de estar tomando el sol en la alberca de su casa, y su papá, jugando golf.»
No saben la tristeza que me dio saber que se trataba del mismo niño. Lo bueno es que se sigue topando con gente buena. Pero ¿y si se hubiera encontrado con otro tipo de personas?
Es un volado que yo no me aventaría con mis hijos. Yo sólo le pido a su ángel de la guarda que lo siga cuidando y que a su mamá se le ilumine la cabeza y le ponga mayor atención.