Bridget y yo

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Mi película favorita es El diario de Bridget Jones, la puedo ver cada vez que la encuentro en la tele. Por supuesto, mi esposo me alucina igual que yo le critico que ha visto 83 veces Lágrimas del sol (maldita Bellucci).

Bueno, prosigamos con el por qué Bridget es mi peli favorita: todo se reduce a la identificación, es muy fácil sentirse cerca de un personaje imperfecto, así como una (el que pesáramos lo mismo cuando se estrenó la película claro que influyó), que dice lo que piensa y que meta las cuatro patas también.

Y qué decir de Mr. Darcy, el hombre ideal, pocas palabras, exitoso y que le gustas «just as you are»

Si a eso le sumamos que Hugh Grant se pelea con Mr. Right por ti, no necesito decir más.

Sí, lo confieso, yo también fui de escribir un diario, escribir mi nombre + los apellidos del galán en curso y sufrir, beber para superar esa decepción amorosa.
Me encanta ese grupo de amigos que en las buenas, malas y peores está para odiar al malo y hacerte pasar vergüenzas con el que te gusta, me recuerdan a mis amigas del intercambio que me hacían la vida imposible con mi novio gringo.

Amo la escena de la fiesta que llega vestida de conejita, celulitis incluida, –debo aclarar que eso si nunca me ha sucedido (lo del disfraz, la celulitis qué), bendito Dios (*toca madera*).

Si les gusta Bridget Jones les recomiendo dos películas más que igual puedo ver todo el tiempo Sense and Sensibility, en la que Hugh Grant es un tímido caballero que no puede romper una promesa. La escena final es mi favorita, la primera vez que la vi grité igual que Emma Thompson de felicidad

Y la segunda es una serie de televisión inglesa que engalana el guapo de Colin Firth: Pride and Prejudice. Si les gustó en Bridget aquí se van a enamorar.

Aclaro que la segunda parte del Diario de Bridget Jones no es mi favorita. Y ahora que me enteré que la autora del libro mata a Mr. Darcy en el nuevo libro, creo que paso sin ver la tercera entrega (si la llegaran a filmar).

Y los dejo porque están pasando La nueva gran estafa y no me quiero perder a Clooney (mi rey) y Brad Pitt #eyecandy.

Atte. #LaCursi

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Marcianos enfermos

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Ni los hombres no son de Marte ni las mujeres de Venus. Pero sí somos distintas, tenemos algún chip o algo en el ADN que nos hace reaccionar de forma distinta. Citaré solamente una cosa que de verdad no entiendo y me molesta. Cuando los hombres se enferman son más dramáticos que nosotras.

Para empezar tienen la etapa de la negación: «No tengo nada, sólo estoy cansado», y no se les ocurra sugerirles ir al doctor: «Ya mañana voy a estar mejor», dicen. Pasan dos días y siguen tumbados. Ya hasta que ven cerca la luz al final del túnel es cuando deciden ir al doctor, sino es que debemos correr a urgencias.

Ya que llegan al consultorio (a regañadientes) tres o cuatro días después de que se les sugirió, les da por cuestionar el diagnóstico: «No creo que necesite análisis, exagera el doctor» o «¿Antibiótico? Si sólo es una molestia en la garganta». Ante la insistencia de una se toman la medicina y de verdad batallamos más que con los chiquitos. Tenemos que andar como su mamá recordándoles la hora y dosis de la medicina.

Y no quiero tocar el punto de la recuperación, entre que ya llevan cuatro días enfermos y después por órdenes del doctor tienen que guardar reposo, ya pasó semana y media.

Yo no puedo enfermarme. Las mamás en general no tenemos ese derecho. Si por cualquier cosa llego a sentirme mal, corro al doctor inmediatamente, sigo el tratamiento al pie de la letra y me cuido un día solamente para estar al cien por ciento lo más pronto posible. Me da pavor contagiar a mis hijos y entre tareas, clases extras o similares debo de estar bien.

La nena un día me preguntó: «Mami, ¿cómo es que nunca te contagias cuando nos enfermamos?» A lo que respondí: «Es un súper poder que tenemos todas las mamás».

Tal vez sí, al final de todo los hombres son de Marte y las mujeres somos de Venus.

Mi triunfo

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El domingo del Oscar estuve a nada de soltar lágrima. Me dió mucha emoción que Cuarón y el Chivo se hayan llevado la dorada estatuilla. La verdad es que una como comunicóloga y cinéfila comprende el logro que es llegar ahí y ganar esa presea. Pero ¡basta de colgarnos de los triunfos ajenos! Celebremos nuestros logros, grandes o pequeños son nuestros. Aquí les dejo el mío:

Como todo buen ganador del Oscar los nervios nos juegan una mala pasada y olvidamos personas a las cuales agradecer:

A mi esposo, por llegar al rescate siempre que el cansancio me ha rebasado.

A los abuelos, que siempre han estado al pendiente y con las manos listas para entrarle al quite.

A mis amigas que me han aconsejado, ayudado o simplemente escuchado cuando la paciencia parece agotarse (ustedes saben quienes son).

A mi mamá, valoro todo el trabajo y esfuerzo que nos dedicó a mi hermano y a mí. ¡Te amo, má!

Y este triunfo lo comparto con todas aquellas mamás que pasaron una mala noche cuidando una calentura, a las que se enteraron a las 9 de la noche que había que hacer una maqueta para el día siguiente, y a las que no les dio tiempo esta semana para pintarse las uñas.

¡No están solas! El reconocimiento a todo ese trabajo que hacen día con día llegará tarde o temprano. Mientras, disfruten ese dibujo que les hace su hijo, esa flor cortada del jardín o un simple y valiosísimo: «Te quiero, mami».