La semana pasada les contaba sobre un niño de 12 años quien a su corta edad, ya fuma y tiene problemas para dejarlo. Sí, adicto a la nicotina a tan corta edad. No les comenté pero el peque en cuestión tiene un familiar que fuma marihuana y sí, ya se la dio a probar. No quiero futurear pero me suena a que alguien va a tener problemas muy pronto.
El fin de semana con lo de la captura del Chapo, todo este tema me recordó el documental (que les recomiendo ampliamente) «Los pecados de mi padre» en el que el hijo de Pablo Escobar cuenta con lujo de detalle la vida nada rosa de los narcotraficantes; vaya revelación, describe cómo tenían millones de dólares en su casa pero no podían salir de ella y la comida se les acababa. Decía que a su corta edad pensaba que era un estupidez vivir así. Tuvo que huir de Colombia a Argentina para llevar una vida «normal», con cambio de nombre incluido.
Las drogas destruyen, no hay duda. No sólo se autodestruye el que se droga sino quien está involucrado, que se lleva entre las patas a quienes más quiere, por que sí, los narcos también tienen corazón y en el caso de Pablo Escobar el amor por su familia lo llevó a su captura y en ella encontró la muerte. Cuenta su hijo que su padre no aguantaba estar incomunicado de sus hijos y esposa, entonces decidió llamarlos; la policía rastreó la llamada, lo ubicaron y fin de la historia.
Con el Chapo #dicen que le mandaron un mensaje por Whatsapp para que se pelara pero nunca le llegó. Otra teoría es que es un pacto con el gobierno, etcétera. (Ya saben somos grandes complotistas). La realidad es que no importa quién seas o dónde te encuentres, meterte a ese mundo termina mal y Hollywood nos lo recuerda.
Esta semana previa al Óscar les recuerdo algunas películas que tratan sobre este tema y México juega un papel importante; Traffic, Savages y la última que vi este fin de semana The Counselor. En español se llama El abogado del crimen.
No se las voy a contar pero tiene una escena que resume lo que es en realidad el narcotráfico. Uno de los personajes le pregunta a otro recién involucrado en el negocio: «¿Has visto una película snuff?… al verla, es difícil no pensar que estás siendo parte de un asesinato… Lo mismo pasa aquí, no puedes ser parte de este negocio y obviar que estás matando a otros». Así transcurre esa escena entre otras que dan un golpe de realidad a ese mundo rosa que prometen las drogas; escape de los problemas y dinero fácil.
Quisiera creer que al no ver los noticiarios y encerrarme en mi círculo no existe esa realidad. Quiero pensar que mi vida y la de mi familia se desarrolla en una vida perfecta. Pero no es así. Los niños comienzan a temprana edad a preguntar sobre las drogas, los narcos y uno no debe tapar el sol con un dedo.
Debemos hablarles sobre lo que son, lo que producen y los peligros a los que están expuestos. A darles con nuestra presencia la seguridad para decir NO y la confianza de que nos cuenten cualquier amenaza que vivan. Que sepan que a la hora que nos llamen, sin importar el lugar en el que se encuentren vamos a estar ahí para ellos y lo más importante predicar con el ejemplo.
Es inevitable ese roce con el mundo exterior, y entonces es cuando cobra vital importancia el mundo interior.