Navidad con mi papá

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Hace exactamente 16 años fue la primera Navidad sin mi papá. El 28 de septiembre del 97 dejó su cuerpo y nos dejó un hueco imposible de llenar.

Los que nos quedamos aquí tratando de adaptarnos a la nueva situación lo tomamos de forma distinta; apatía, tristeza, enojo. Cada uno pasamos por cada una de estas emociones. Casi tres meses después llegó el día de Navidad. Como era tradición fuimos a casa de mis abuelos paternos; yo manejaba y la migraña apenas me dejó llegar al lugar y fui directo al cuarto de una de mis tías para dormir y esperar que se me pasara el dolor.

Soñé que llegaba mi papá a la recámara, me despertaba y salíamos del cuarto, caminábamos por el pasillo, entrábamos al cuarto de mis abuelos y después estábamos un rato en la cocina viendo cómo le daban el toque final a ese bacalao inigualable que cada año preparaba mi abuela. Nos quedábamos en una esquina del comedor y observábamos a todos mis tíos y primos. No era aquella fiesta de risas, baile y carcajadas como cada año, faltaba uno de los miembros más importantes, pero aún así estaban sonriendo y el ambiente era ameno.

Creo que eso le dio gusto a mi papá, quien toda su vida a pesar de estar enfermo del corazón tenía una sonrisa en el rostro y excelente humor. Le encantaba bailar y dedicar a cada uno de sus 12 hermanos un momento para platicar y hacer bromas con mis primos.

Pues sí esa noche me di cuenta de lo que tuve y nunca valoré. Estar rodeada de mi familia, no los regalos, ni los viajes. Sólo necesitamos salud y estar juntos. Un poco tarde. Creo que así aprendemos, a la mala.

Desperté como a las 2:30 de la mañana sin migraña y con una gran sonrisa. Estaba feliz porque el dolor me hizo dormir y pasar ese 24 de diciembre con mi papá por última vez. No le dije ni a mi mamá, ni a mi hermano. No lo sentí justo.

Pasaron muchas navidades tal vez hasta que nació mi primer hijo para disfrutar de nuevo al 100. Ahora me encanta pasarla con mis suegros, mi suegra cocina delicioso y siempre nos consienten muchísimo a los peques y a mí. Sorpresas, regalos, lotería, la visita de Santa Claus.

No me puedo quejar pero siempre estará en mi mente la ilusión de volver a compartir una Nochebuena junto a mi padre y ahora con sus nietos que estoy segura que lo llenarían de alegría y orgullo.

Por eso les vuelvo a recordar que disfruten los más pequeños detalles porque después de un tiempo nos damos cuenta de que eran aquellas cosas las más importantes y no nos detuvimos a disfrutar y valorar.

Les deseo una noche llena de buenos deseos, bendiciones; salud, amor, prosperidad y armonía.

Si se tiene vida se tiene todo.

¡Feliz Navidad!

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Les debía foto de mi post «Niña Interior». Aquí mi primera Navidad con mi abuela paterna.

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Reírnos como niños

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Hace dos semanas fui al bautizo del hijo de una amiga y de show estuvo, ni más ni menos, que el Mago Frank y el conejo Blas.

No creerán lo que voy a escribir a continuación pero es real (manita en el corazón): en mi cumpleaños número 1 mi mamá me hizo una fiesta en el salón El Principito, que estaba en la colonia del Valle, el show corrió a cargo del mismo mago y su conejo, pero eso no es lo increíble. Lo raro del asunto es que recuerdo claramente cómo el mago preguntó: «¿Quién cumple años hoy?» Y mi tía Cristi, que me tenía sentada en sus piernas levantó mi mano derecha y la agitó.

Tan tan, ahí se acaba mi recuerdo. Nunca más volví a ver al mago Frank en vivo y ahora que tuve esa oportunidad (38 años después, cof cof) salió esa niña interna que tengo escondida.

Compartirlo con mis hijos fue un gran regalo. Mi hijo mayor de 11 años se rió sin parar, la menor igual. Después de una gran carcajada volteaban a verme y, obvio, yo también estaba muerta de la risa. Les digo, un regalo.

¿Por qué cuando crecemos se nos olvida reír tanto? ¿Por qué nos tomamos la vida tan en serio?

Los invito a reírse. A recordar algún momento importante de su niñez y compartirlo con sus peques. Es increíble cómo ellos se asombran al saber que nosotros en algún momento fuimos niños también.

Y ahí de favor, extiendan la niñez de sus hijos lo más que puedan, juguemos y disfrutemos con ellos esta mágica y hermosa etapa. Al final serán adultos toda la vida.