Tacones en concierto

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El jueves pasado algunas entaconadas fuimos al concierto de Yuri y Lupita D’Alessio; estuvo genial. Todas conocíamos las canciones ,unas bailaron más que otras (te estuve viendo, Grace) pero todas recordamos momentos de nuestra infancia.

Yo por ejemplo recordé que en la casa de mis abuelos paternos TODOS los domingos estaba de fondo Siempre en Domingo y por supuesto estas dos cantantes eran parte del repertorio dominguero.

Yuri cantó dos del festival OTI; uuuuuuy ¿se acuerdan? Jaja. Siento desilusionarlos pero no cantó la de «Osito Panda».

También escuché con detenimiento las letras de La Lupe y ahora comprendo el por qué creaba tanta controversia hace unos cuantos ayeres. Fue una rebelde, se atrevía a decirles a los hombres pequeños, payasos y cosas peores.

En general, fue un gran concierto y se preguntarán: “¿Qué fregados tiene que ver el título con el texto?” Pues que analizando la reacción del público (la mayoría mujeres de más de 35), quienes con las canciones que hablaban de amor lindo y cursi no generaban tanto revuelo como las de desgracia, mentiras y dolor.

¿Será que sacamos la maldita ansiedad cantando? ¿Será que hay más corazones rotos sin sanar? ¿Será que ellas cantan lo que muchas mujeres desean decir y no se atreven?
Yo digo que si, pero también vi que la mujeres somos fuertes, poderosas y valientes.
Y si la ansiedad se puede convertir en canto ya estamos más arriba en la escala emocional. Como dicen «canta y no llores»

Aquí les dejo una de las canciones que más aplausos obtuvo y habla de una fallida ansiedad…

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¿Cómo les fue de Buen Fin?

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A mí muy bien, fui a tomar un café con mi mamá el viernes y después al cine con mi esposo; el sábado tuve una primera comunión del mejor amigo del kínder de mi hijo y después vi a grandes amigos para comer. El domingo fuimos a comer waffles con frutos del bosque y rentamos Mi villano favorito 2, la vimos como muéganos en la cama. Así que para mi no fue un buen fin, fue excelente fin.

Pero hablando de aquel «buen fin», ese en el que promete ser «el fin más barato del año» la verdad me salen debiendo. El viernes acompañé a una amiga a H&M para ver la colección que diseñó Isabel Marant y como era de esperarse quedaban pocas prendas y tallas, por supuesto que no tenía nada de descuento. Salí con cuatro prendas y ocupé un cupón que una amiga me regaló en mi cumpleaños. Después de esperar más de 40 minutos en la fila para pagar, recorrimos el centro comercial e igual nada de descuentos espectaculares, a lo mucho daban el 20% de descuento y otras tiendas como Sephora, sólo las gracias.

Pero mi frustración llegó más tarde. Fui al cine con mi esposo y mientras esperábamos en Perisur a que comenzara la película, quise ir a ver unas botas para lluvia que había visto dos semanas antes. Costaban $699 y pensé: «Si están rebajadas me las llevo». Llegué a la tienda que estaba a reventar igual que todo el centro comercial, fui a buscar las botas y efectivamente tenían descuento: “¡De $999 a $699!” En dos semanas la inflación hizo de las suyas y las botas subieron 300 pesos. ¡Argh! Quise llamar al gerente y gritar frente a todos los compradores: «¡FRAUDE!» Faltaba poco para la película y decidí sacar mi lado zen y alejarme de ese dizque buen fin lo más rápido posible.

Pensé en todos aquellos defraudados sin saberlo, que compran creyendo que se están ahorrando una buena lana, de todos aquellos que pagarán 12 o 18 meses una cantidad fija pensando que hicieron el deal del año. De verdad muy frustrante. Afortunadamente la película que vi fue Thor y el mismísimo dios del trueno calmó mi ira (inserte aquí emoticon con ojos de corazón).

El próximo año les recomiendo comparar antes de comprar. Realmente valorar si es necesario realizar ese gasto y como dice la siguiente imagen…

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Vivir con el ejemplo siempre

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La semana pasada vi un cartel en la escuela de peque mayor: «Instructivo para padres. Adolescencia». ¡Yo, yo! ¿Dónde lo consigo? Abajo del cartel decía: “Viernes 11:00 am”. Así que marqué mi agenda y estuve puntual a la cita.

No éramos más de 30 mamás, tomamos asiento y nos presentaron al maestro Porfirio González Nájera, que fue quien dio la plática. Comenzó con una pregunta: «¿Quién tuvo una adolescencia terrible?» Mi casette se regresó a secundaria y prepa. La verdad es que yo tuve adolescencia tardía; en aquella época era muy nerd y nunca daba lata, creo que fue hasta la universidad cuando mis papás pidieron esquina.

Algunas señoras levantaron la mano y el maestro comentaba: «Y aquí estamos… ¿Quién reprobó materias?» Otras más levantaron la mano y volvió a repetir: «Y miren, aquí estamos… no nos fue tan mal ¿verdad?» Aunque hay un abismo entre nuestra adolescencia y la de nuestros hijos, esa rebeldía viene de tiempo atrás, de muy atrás, nos puso una frase de Sócrates, en el siglo IV a. C. que dice: «Los jóvenes de hoy aman el lujo, tienen manías y desprecian la autoridad. Responden a sus padres, cruzan las piernas y tiranizan a sus maestros.» Sí, ese bicho que les pica a los jóvenes de hoy ha sido experimentado desde siempre. ¿Pooor?

El instructor respondió: «Porque el adolescente quiere tener sus propias opiniones y decisiones; diciendo ‘No quiero’ o ‘No estoy de acuerdo’ es la mejor forma de auto afirmarse». Sin embargo es una situación temporal. No vamos a vivir eternamente con un adolescente, a menos que nosotros como papás le resolvamos y hagamos por él lo que le corresponde.

Aguas hay muchos con síndrome de Peter Pan que no quieren crecer, y no es culpa del sujeto si no de nosotros como facilitadores; pero ese es otro (gran) tema.

Regresando a la plática sobre adolescencia el profesor nos cuestionó de nuevo: «¿Para qué decidieron tener hijos?» ¡Ups! creo que todos queremos formar una familia en algún momento ¿no? La señora al lado de mí me susurró: «Yo no lo pedí, llegó» y otra en el fondo dijo: «Desde chiquita quise tener hijos» (síndrome Susanita) Pero realmente se tiene hijos para trascender, continuar nuestra existencia a través de ellos.

El maestro lanzó una frase de esas que deberíamos de poner en letras de oro: «Sólo trascendemos en los hijos si hay presencia en ellos» y continuó: «Mamás, papás apaguen la tecnología y enciendan su relación». Sí me llegó, mi preadolescente ya me reclama que soy una madre desobligada porque no suelto el celular, aunque como lo comenté en mi texto de me desconecto le he bajado muchísimo; aquí me requieren aún más.

Entre todas las cosas que aprendí en la plática, lo más valioso que les puedo transmitir es la importancia de enseñar con el ejemplo, no usar etiquetas como: “eres un flojo”, “eres un cochino”, “eres un desastre”. Sólo debemos conjugar el verbo ser con sus cualidades: “eres muy valiente”, “eres noble”, “me encanta que eres muy perceptivo”.

Y para los defectitos o debilidades, despersonalizar la oración, por ejemplo en lugar de: «Eres un cochino», decir: «Estás dejando muy desordenado tu cuarto últimamente».

Y también lo he mencionado muchas veces: límites y reglas. Hay que darles libertad, pero negociando y nunca cambiar lo que son las reglas de tu casa, por ejemplo: hora de llegada, no fumar, no se toma alcohol. En cada familia se tienen reglas en función de la misma y deben ser inamovibles.

Y no, siento decirles que no hay ningún instructivo para padres de adolescentes, se construye sobre la marcha y debe de ser personal para cada uno de nuestros hijos porque son individuos diferentes. Y al final, reconocer que ellos son nuestra responsabilidad y debemos estar al 100% disponibles para nuestros hijos.

Cuando estemos a punto de tirar la toalla, recordemos que nacieron de un acto de amor; ese es el principio de todo y también el medio para vivir con un adolescente: amor, paciencia y empatía. Nosotros también pasamos por ahí.

Les dejo dos videos que nos recomendaron en la plática:

La clave para educar a los hijos

Validación

¿Qué hacer cuando sufres un golpe?

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Les voy a dar un tip que me ha salvado de moretones e inflamaciones. Es tan sencillo que la gente no lo cree, pero está comprobado. Cuando hemos ido por la vida y de repente se nos atraviesa una pared, una puerta o un cajón, y terminamos en un grito de dolor lo que deben de hacer es:

1. Gritar (y llorar si amerita).

2. Revisar la herida: si sale sangre o se rompe un hueso (corran a curar o al hospital, dependiendo del caso); si no es para tanto pase al #3.

3. Pongan su extremidad dañada, o cabeza, en el punto exacto en el que tuvieron la coalición. Hay que poner la mano, dedo, rodilla, nariz o lo que sea que se haya golpeado en el mismo lugar con el que chocó. Por favor, calculen la velocidad para que el impacto no sea el mismo. Así que, despacio, colóquense en la posición similar en la que ocurrió el accidente.

4. Esperen pacientemente a que el dolor desaparezca (puede ser desde uno a más de 15 minutos). Esta es la parte más cansada de este proceso, pero créanme, va a desaparecer. Mientras están esperando a que el fenómeno suceda, recorran mentalmente el accidente, qué hacían, cómo sucedió y por qué terminaron golpeándose; háganlo una y otra vez.

5. Van a experimentar dolor (no les miento), pero pasar a través de la misma situación los liberará del dolor. Se los garantizo. En un momento dejarán de sentirlo.

Hace unos seis años, mi hijo se machucó con la puerta del coche (¡Ay, dolor!) Yo había leído el Manual de ayudas para enfermedades y lesiones, de L. R. Hubbard, y comprobado en mí esta ayuda, pero con el peque no lo había puesto en práctica.

Primero lo abracé sin decirle nada, ya que se calmó, revisé su dedo machucado; vi que no tenía ninguna herida y le dije: «Voy a volver a poner tu dedito en donde te lo machucaste ¿dónde fue?» (Hay algunos peques que se resisten a volver a acercarse a esa área, no hay que obligarlos). Mi hijo me señaló el lugar y con todo cuidado puse su dedo ahí. Le expliqué que le iba a doler un poquito pero que me avisara en cuanto se le quitará el dolor. Cuando tenía el dedo en el lugar del accidente, le pedí que me contara qué fue lo que pasó. Estuvimos más de siete minutos (me parecieron 15), cuando me dijo: “Ya no me duele”. Por dentro pensé: «Ahorita que lleguemos a la casa le voy a poner hielo». Revisé su dedo y no tenía nada de inflamación, sí un poco rojo, pero era para que estuviera morado. Sobra decirles que no tuve que ponerle hielo.

Si no me creen, pónganlo a prueba en el siguiente trancazo que sufran.

Foto Irene