Ser, hacer y tener

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¿Qué quieres ser? la típica pregunta que se les hace a los niños pequeños y a uno que otro adolescente, a punto de pasar al último año de preparatoria.

Cuando tomé mi curso de Padres exitosos me llamó mucho la atención que decían que la pregunta es un gravísimo error, pues los niños ya son y preguntarles qué serán, hace que se confundan y piensen que solamente llegarán a «ser» hasta que crezcan y estudien un montón de cosas.

La manera correcta de preguntarles a los niños es: “¿Qué te gustaría lograr/hacer/alcanzar cuando seas grande?” Les podrá sorprender, pero las respuestas a veces son un camino detallado y bien planeado de cómo los peques piensan que pueden lograr algo.

Por ejemplo, mi hija quiere curar perritos y tener su propio hospital de animales. Entonces le dije: «Lo que quieres estudiar es veterinaria para lograr tus planes y así poder curar y cuidar animales». Falta decir que ya planeó construir en nuestro jardín su hospital, así estaría cerca de la casa para también echarles ojo a sus cuatro hijos que quiere tener. O el hijo de una amiga mía que quiere estudiar medicina y especializarse en biomecánica. Ya investigó que lo mejor en esa área está en Japón, así que lleva más de un año aprendiendo japonés y todavía no termina la preparatoria. ¿Alguna duda de que lo va a lograr? Ninguna.

Habrá peques que contesten que quieren tener el coche más veloz, viajar por el mundo o nadar en dinero, a lo cual hay que hacerles hincapié de que antes de tener, hay que trabajar. Ahora, el fenómeno Nini (ni trabaja, ni estudia) es el montón de adultos jóvenes que ya son «algo» pero no saben cómo poner en acción eso para lo que se prepararon. Sé que va más allá y tiene que ver con la economía también, pero creo firmemente que muchos estudian lo que sea por no dejar, porque están obligados por sus padres pero carecen de una dirección definida.

Primero es Ser (ya soy, ya son), después Hacer (buscar los pasos necesarios y ponerse en acción para conseguir el objetivo planteado) y por último: Tener (el premio al esfuerzo).

Nosotros como papás, a veces invertimos los pasos: primero damos el postre y después queremos que coman las verduras; les dejamos que vean la tele y que jueguen, antes de hacer la tarea. Son tonterías, pero las consecuencias son claras, los acostumbramos a obtener placer sin esfuerzo de por medio. Como dicen: «Logro antes de trabajo, sólo se encuentra en el diccionario».

Entonces mamás, papás, abuelitos y maestros hay que preguntarle al niño de tres, al adolescente de 15 o al nini de 24 ¿Qué desea lograr, qué le apasiona hacer? Y de ahí partimos para ayudarlo a alcanzar sus metas.

Les dejo este video porque me recordó que, a veces, en esta carrera por preparar tanto a nuestros niños para que «sean» exitosos en el futuro, los despojamos de esa chispa e inocencia que tiene la niñez.

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Sería superhéroe

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¡Wow! Vacaciones por fin, después de un año sin salir. Niños emocionados y papás deseando esos momentos de relax junto a la playa. Listos los iPods con la selección musical para disfrutar frente al mar y nenes con sus juguetes empacados.

Todos nos levantamos el sábado antes de las 6, sin resongar. Salíamos en el primer vuelo a la playa para disfrutar desde temprano el primer día. Llegamos al aeropuerto poco después de las 7, entré al baño y al salir: niña llorando ¿Y ahora? Papá la regañó por tallarse los ojos con las manos sucias. Pero había algo raro, la nena traía los ojos hinchados y salpullido al lado de la boca…Por Dior, no ahora.

Piensa, piensa, falta una hora para abordar. A 10 metros de la sala, una farmacia de similares, corrí con la esperanza de encontrar al Dr. Simi. No, no estaba 😦 Pedí Neosporín oftálmico, para los ojos, y Pasta de Lassar (marcas similares). Con gota al ojo y embadurnada de pomada abordamos y viajamos a la playa.

Nos registramos, la nena con semblante triste; se le quitó de inmediato con el viaje a la alberca, mis esperanzas de que no era nada regresaron. Salimos del agua para ir a comer, el aire acondicionado a todo lo que daba y la niña con el pelo húmedo fue el combo ganador para un noche inquieta con pecho congestionado, tos de foca y temperatura. Fuck!

Independientemente del lugar en el que uno esté, lo peor que le puede pasar una madre es que su hijo se enferme. Sin pensarlo dos veces cambiaríamos de lugar con el peque.
Si pudiera tener un don, si yo fuera un superhéroe, escogería tener el súper poder de curar con sólo tocar a la persona.

No cobraría, se los juro, haría giras por el mundo curando niños y niñas, mamás y papás, abuelos y abuelitas. Sin distinción de sexo, raza o religión.

Y mientras tengo ese sueño guajiro sigo viviendo literal el infierno en el paraíso. Wish me luck. ¿Cómo sigue la nena? Les contaré en el próximo capítulo.

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Los granitos cedieron al tercer día

Porque me quiero, me toco

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Hace poco más de seis años, en enero de 2007, empecé a sentir un dolor en el pecho del lado izquierdo. El dolor continuó y a los dos días sentía un bola. Fuck!

Mi esposo había salido de viaje un día antes, ese día en la noche me llamó y pasé casi toda la llamada explicándole lo que tenía, obvio llorando. No sabía qué tenía pero me cruzó por la mente: cáncer de mama.

Mi esposo, que es experto en manejar las crisis, me calmó: «Ve con la ginecóloga y en cuanto te diga qué es, me llamas y si quieres me regreso». Me calmé y pensé que ver a un experto y saber qué me ocurría era lo más inteligente, sin embargo no pude dormir.

Le recé a San Antonio, a San Charbel, a la Virgen y a mi ángel de la guarda; si no tengo nada, si me hacen el milagro de estar sana, les llevo un listón, les doy una limosna, ya no voy a gritar ni a enojarme nunca.

A primera hora del día siguiente llamé a mi doctora, tenía cita disponible hasta dentro de dos semanas, con una voz quebrada le dije a la recepcionista: «Señorita, es urgente, siento una bolita en el seno izquierdo». Inmediatamente me dijo: «Venga en una hora».

Gracias santitos, gracias virgencita, gracias a la recepcionista que de seguro tiene la orden de mover, cambiar o cancelar citas si cualquiera llama diciendo esas palabras.

Llegué en un dos por tres; aunque tampoco quería llegar, el miedo nos hace retirarnos de aquello que vemos como peligro, pero tenía un peque a quien cuidar: “Ya no estoy sola, debo estar al cien por ese individuo que me tiene como su principal terminal”, pensé.

Pasé a consulta y mi doctora me examinó, me mandó un desinflamatorio y una orden de mastografía y ultrasonido para la siguiente semana. Yo con cara de: what?, ¿Cómo voy a estar una semana en ascuas? Necesito saber qué tengo ahora. Me dijo que para los estudios necesitaba desinflamarse un poco, la ventaja que tenía era que me dolía (¿ventaja?). «El cáncer no duele, sólo aparece la bola», me dijo. Bendito dolor, pensé.

Me fui a la casa con medicamento en mano. Llamé a mi esposo y decidimos que se quedara en su curso, no tenía caso que se regresara.

Creo que ha sido una de las semanas más duras de toda mi vida. Pensaba en el peor de los diagnósticos. ¿Y si tengo cáncer de mama? ¿ Y si ya no puedo embarazarme? ¿ Por qué dejé pasar tanto tiempo para tener otro hijo? ¿Y si me pasa algo? Mil preguntas más, de esas que de verdad nunca nos preguntamos porque sólo hay dos respuestas y una de ellas es bastante mala, por no decir fatal.

Sí la pasé mal y sola, porque no quería decirle (preocupar) a mis conocidos y menos a mi mamá que se preocupa de más. Así que sólo me desahogué con mi vecina y gran amiga Pili; a la semana, ella se ofreció a acompañarme a los estudios.

Pues si, llegó la hora de la verdad, aunque tenían la orden de entregar los resultados hasta dos días después, sabía que en el ultrasonido iba a ser un resultado inmediato. Tenía miedo. Volví a encomendarme a todos mis santos y entré al área del laboratorio.
Primero la mastografía. Había escuchado historias de terror, la verdad no me dolió tanto. Inmediatamente después fui al ultrasonido, la señorita muy correcta no habló nada. Yo moría de curiosidad y le pregunté: «¿Ve algo mal?» A lo que contestó: «No se preocupe, parece ser una fibrosis». Se imaginan que salí feliz y corrí a abrazar a mi amiga Pili que pacientemente me esperó a la salida.

A los dos días pasé por los resultados y fui a consulta, la doctora confirmó el diagnóstico: tenía una fibrosis por las pastillas anticonceptivas que estaba tomando, las eliminamos inmediatamente y, además, me pidió que quitara de mi dieta irritantes como chocolate, café y Coca light. Al despedirme de ella, con abrazo efusivo incluido, sólo me pidió una cosa más: «En un mes te quiero aquí embarazada».

Y así fue, al mes y medio estaba en la sala de espera con un embarazo apenas perceptible en el ultrasonido.

Mi hija nació en octubre, la semana que entra cumple seis años y casualmente es el mes en el que se celebra la lucha contra el cáncer de mama.

El fin de este texto es que reconozcamos que nuestra mejor amiga es la prevención. Como dijo hace poco mi amiga @mariina «Porque me quiero me cuido» y agregaría «me toco»; explórense y si tienen más de 37 años y/o antecedentes de cáncer en su familia acudan a hacerse una mastografía. Nunca está de más.

13 años después

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«Estoy sola, completa y totalmente sola. Puede parecer raro pero no me siento triste; al contrario, quisiera brincar, saltar, bailar, gritar y, es más, puedo hacerlo porque no hay nadie que me diga qué puedo o no puedo hacer.

Yo soy la que decido. Yo tengo el poder de dirigirme hacia donde me parezca más adecuado y conveniente.

Tengo dos caminos me enojo o soy feliz, y prefiero mil veces ser feliz.

No tengo nada ni a nadie.

Me tengo a mí misma y me basta.

Me he recobrado. Ya nadie tiene mi seguridad, nadie posee mi valor, nadie me dice cuánto valgo o si no valgo. Yo me valoro, me siento fuerte y salgo a luchar, a buscar mi felicidad y mi destino.

No necesito de nadie que me diga en cartas, en el café o en las líneas de mis manos lo que voy a obtener; si tendré éxito o cómo será el hombre de mi vida… Tengo la plena confianza de que tendré todo el éxito que merezco, que voy a triunfar y de que el hombre con el que comparta el resto de mi vida será el mejor.

No tengo miedo, todo vendrá en el camino.

Por fin estoy tranquila y siento este deseo enorme de crecer y aprender.

Hoy es el primer día del resto de mi vida. Estoy en paz, feliz, segura y confiada de que sucederá lo mejor hoy, mañana y siempre.»

11 de abril del 2000.»

13 años después, encontré esto que escribí. Aunque en este tiempo he caído, cometido errores, llorado y pensado que no puedo más, hoy les digo que sigo convencida de que lo bueno vendrá, aunque me falta aún mucho por aprender y crecer, no sólo por mí, sino por los dos pequeños que me ven como su pilar y modelo a seguir.

Hace 13 años era una opción. Hoy es el único camino, ser ejemplo y al mismo tiempo motor para que ellos siempre se sientan seguros, felices y amados.

Hoy no estoy sola, tengo muchos éxitos pequeños cada día y el futuro promete, y promete bien. La meta se extiende cada día y, eso sí, que quede claro ¡Soy feliz!

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