Estaba con los niños en el centro comercial haciendo nada más que window shopping; Max, quien como buen hombre alucina las tiendas, me preguntó que a qué habíamos ido, lo primero que se me ocurrió decirle fue que los había llevado a que escogieran mi regalo de cumpleaños. Pensé que los dos peques me iban a mandar por un tubo, pero no, inmediatamente se dieron a la búsqueda de mi regalo.
Entramos a MAC, y Max me dijo: «Mira, mamá (señalando los labiales), hay muchos colores», y entre los dos empezaron a deliberar cuál era su color favorito para mí; Valeria escogió un rosa Barbie y Max un color vino Morticia, preguntamos el precio: $256.
Salimos de ahí y entramos a otra tienda en la que Valeria escogió una pulsera y un «pinta uñas»; obvio no le iba a alcanzar. Su hermano que tiene más noción de las matemáticas (gracias, Kumón) le dijo: «Hermana, ¿qué te parece si juntamos nuestros domingos para comprarle sólo una cosa, pero buena, a mamá?»
Bueno, yo de presenciar la emoción de los dos por regalarme algo ya traía ojo Remi.
Salimos de ahí y fuimos al súper, los cosméticos estaban al 2×1, Max gritó: «Mami, aquí en lugar de uno nos alcanza para dos, y nos sobra dinero». Valeria exclamó: «¡Mamá, mira, los pinta-uñas!». Max hizo cuentas, y con sus domingos (cuatro efectivos) les alcanzaba para dos labiales y dos barnices (gracias, Julio Regalado)
¿Por qué les cuento esto? Uno, porque estoy rayada con mi súper regalo de cumple; dos, porque en un curso que tomé nos hicieron mucho hincapié en que debemos de dejar que los niños nos retribuyan todos los cuidados que les damos. Los hijos se sienten con una gran carga porque saben lo que hacemos por ellos y siempre tratan de dar algo a cambio.
«Un ser humano se siente capaz y competente en la medida en que se le permita contribuir tanto como lo que se le ha contribuido a él, o más. Un hombre puede contribuir de sobra y sentirse seguro en un entorno. Se siente inseguro en el momento en que contribuye de menos; es decir, da menos de lo que recibe. Si no lo crees, recuerda una ocasión en que todos los demás llevaron cosas a la fiesta, pero tu no. ¿Cómo te sentiste?», dice un texto de L. R. Hubbard sobre el derecho del niño a contribuir.
Recuerdo que cuando tenía como seis años fui de viaje con mis papás y me acuerdo perfecto que llevaba una libreta de notas para escribir todo lo que mis papás gastaban en mí, porque quería devolvérselos después.
Es natural en los niños dar a sus papás: de bebés, sonrisas y pañales sucios (De verdad agradezcan a su bebé que haga del dos como si fuera una fiesta. Verán que el estreñimiento disminuye). Los niños más grandes: un baile, un garabato, una comida hecha con plastilina, una pequeña flor arrancada del jardín.
Si se dan cuenta, los pequeños siempre desean ayudar: limpiando, regando las plantas, echando azúcar al café. No importa qué tan pequeña sea su ayuda, permitan que lo hagan y agradézcanselo enormemente. Eso sí, ármense de mucha paciencia, por si no logran hacerlo bien o hay algún accidente.
Aquí les dejo algunas tareas caseras, por edad, en las que pueden ayudar los niños:
El día de mi cumpleaños, los dos peques se escaparon a mitad de la comida, a los cinco minutos regresaron y me dieron una cajita con mi regalo. Ellos solitos buscaron la envoltura y la tarjeta. Estaban muy orgullosos de que ese mismo día usé sus regalos.
Esto es lo que llamo ganar-ganar.
Buenísimo, por favor compartelo con los «creativos» Cablevisión y su terrible anuncio del regreso a clases.
Lo haré Eugenia;) gracias!!!
Ojo Remi de este lado también… Gracias por la lista de tareas, ya la copié 😉
Espero que te sirva mucho. Gracias!!!
ME ENCANTO!!!!!!!!!!!!
Gracias Elo!!!!
Morí de ternura ♥
Increíble sensación Mommy que padre
A mi también me sale lagrimita cuando mi niño me invita un helado o se preocupa por sí gaste mucho en el cine y me quiere pagar el estacionamiento.
Me gustó mucho tu post!