Desde que soy mamá he aprendido que los juguetes tirados aportan calor de hogar; que alimenta más un abrazo que un plato de espinacas y que llegará el día en que les va a dar pena que nos acerquemos y los queramos apretujar.
De mis hijos aprendí que no hay opinión más importante que la mía, que ansían mi mirada y mi aprobación; pero soy consciente de que el momento de ser su único y mejor público es breve.
También me di cuenta que todos los catorces de febrero mejoraron considerablemente y aprecio cada detalle que ellos quieran darme, ya sea una flor arrancada o un dibujo hecho en una servilleta.
Aprendí que las montañas de ropa para lavar son infinitas y que el nivel de suciedad es directamente proporcional al grado de diversión.
De mis hijos aprendí lo importante de la vida, que no hay mejor agradecimiento que su sonrisa y un “Te quiero, mamá”.
Hijos ¿yo?
Si, soy mamá y muy feliz.
Qué agradable leer lo que transmites.
De una forma tan simple y corta pero al mismo tiempo tan profunda.
Muchas gracias y en verdad te admiro como madre, entre otras cosas.
TT